Ella tiene 25 años, la estatura de un bebé de 18 meses y el éxito lógico que acompaña a los innovadores. Su nombre artístico es Sassee Cassee; su profesión, bailarina del caño; su invención, el salto del koala. En el adocenado gremio de las pole dancers, esta norteamericana nacida en Minnesotta -un templo de esta disciplina, como Moscú para los ajedrecistas o San Juan para los jugadores de hockey sobre patines- marca la diferencia.
Sassee Cassee, ejercitándose para el pole dancing.
Cuando dejó la escuela, a los 18, una amiga le propuso dedicarse al baile del caño o pole dancing, como una forma de hacer ejercicio. Sassee comprendió que allí estaba tu futuro. Probó, vio que lo hacía bien y la televisión hizo el resto. Un agente la vio en la pantalla chica y decidió convertirla en una estrella de los clubes nocturnos.
Frente al caño: el juego que mejor juega y que más le gusta.
Su vida cambió. Tan bien desplegaba sus rutinas la pequeña Sassee Cassee que otras bailarinas de estatura corriente se acercaron a pedirle consejos. Y ella, que no necesita guardarse sus secretos para mantenerse entre las mejorcitas, les transmitió todo lo que sabía, que era mucho. Es lógico: la gente que sabe convertir sus limitaciones en una virtud tiene mucho para enseñarnos.
En el competitivo gremio de las bailarinas del caño, Sassee decidió ser solidaria.
Su arte
Con los hombres, dice, le ha ido bien. Como ocurre a veces en las chicas de su tamaño, Sassee (nacida como Cassandra) los prefiere altos. Por eso se casó con un muchacho ciertamente parecido a Largo, aquel de Los Locos Adams. Con el tiempo, las personalidades de ambos resultaron incompatibles y llegó la separación.
Sassee y Largo, cuando todo era felicidad.
Actualmente está en pareja con Stephen, un muchacho fornido a quien los movimientos gráciles de Sassee sedujeron. Como es lógico -y habitual entre los novios de bailarinas del caño, sean del tamaño que sean- Stephen a veces se pone un poco celoso de las miradas lascivas que sus shows despiertan entre el público, pero a todo se acostumbra uno. Ella jura con una sonrisa que su flexibilidad única aporta mucho en los momentos íntimos, y no hay por qué no creerle.
Stephen es un poco celoso, pero disfruta de la flexibilidad de su novia.
Sassie está segura de que es la bailarina de caño más pequeña del mundo y ese hecho la enorgullece. Los records, de todos modos, no son lo que más le importa. "Me considero bendecida: tengo un trabajo que amo, una familia hermosa, y soy la demostración viva de que no importa el tamaño. No importa lo chiquito que uno pueda ser: si uno trabaja duramente, sus esperanzas y sus sueños se hacen realidad", dice. Y a las pruebas se remite.