Meghan Markle hizo su ingreso triunfal en la Familia Real británica el 19 de mayo del año pasado, cuando después de un breve compromiso se casó con el príncipe Harry en la capilla San Jorge del Castillo de Windsor. Desde entonces, la ex actriz estadounidense no hizo más que interpelar cada uno de los mandatos protocolares de su familia política.
La actual duquesa de Sussex aceptó la invitación de la prestigiosa revista de moda Vogue. Pero, a diferencia de su rival Kate Middleton, puso una insólita condición: no quería ser ella quien figurara en la portada del mes de septiembre. ¿Qué pidió? Poder editar el número de la mano del editor jefe de la publicación, Edward Enninful.
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Las negociaciones fueron secretas y comenzaron en enero en el palacio de Kensington. Consciente de que la Reina no aprobaría la gestión, Meghan orquestó un operativo de seguridad para que sus reuniones con Enninful no llegaran a oídos de la monarca. El frondoso intercambio de mails que le siguió al primer encuentro se dio desde una cuenta secreta de Meghan y su firma, elocuente, siempre fue “m”.Considero que sería arrogante de mi parte incluirme en la portada"
La temática elegida por Meghan fue cuestionada en el Reino Unido. En línea con su feminismo público previo a su compromiso con Harry, la duquesa pidió elaborar un número para homenajear a todas las mujeres del momento. Pero un detalle no pasó inadvertido. A diferencia de Kate Middleton, con quien mantiene un frente abierto de acuerdo a los medios ingleses, la duquesa no quiso participar de la portada porque le resultaba “arrogante”. En efecto, Middleton fue la tapa número 100 de la revista, número que salió a la venta en junio del 2016.
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La monarquía británica es parlamentaria y los miembros de la Familia Real tienen prohibido por ley manifestar sus posiciones políticas. Este es uno de los ejes centrales de las críticas hacia Meghan, cuya edición del número “expone una línea ideológica que no está permitida para ningún miembro de la realeza”.
Atenta a la polémica que causaría su decisión, Meghan guardó el secreto bajo siete llaves. Pero, de cara al lanzamiento del número, se conocieron los mails que intercambió con el editor jefe de la publicación. Además, ella misma escribió una carta en la que explicó cómo fue el proceso y por qué tomó las decisiones que tomó.
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“Hice la pregunta. De hecho, la escribí y borré un millón de veces hasta que tuve el coraje de enviarla. 'Edward, en vez de hacer la portada, ¿estarías dispuesto a tenerme como tu editora invitada para el número'”, relató Meghan. Enninful recibió el correo y reconoció que le tomó “menos de un minuto” la respuesta positiva.
De acuerdo a Enninful, Meghan editó cada una de las páginas del número. El trabajo de producción llevó más de nueve meses. “La mayoría del equipo de Vogue ni siquiera sabía que estábamos trabajando en esto. Lo mantuvimos en secreto”.
Edward, en vez de hacer la portada, ¿estarías dispuesto a tenerme como tu editora invitada?"
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Otro de los ejes cuestionados por los medios británicos fue la decisión de Meghan de entrevistar a la ex primera dama de Estados Unidos Michelle Obama. “El eje tuvo que ver con cómo hacen las mujeres afroamericanas para criar a sus hijos en un mundo en donde los blancos tienen el poder”, sumaron desde la publicación.
Harry la acompañó en la decisión y también participó del número. De hecho, el príncipe entrevistó a la primatóloga Jane Goodall, reconocida en el campo científico por su trabajo con chimpancés en la naturaleza.