11 Octubre de 2015 11:12
En promedio, consumimos alrededor de 74 gigabytes -equivalente a nueve DVD- de datos todos los días. La cifra es enorme, y es prácticamente imposible procesar y comprender todo eso. Entonces, es muy difícil que se pueda pensar claramente con semejante sobrecarga.
El tecnoestrés ataca también a los niños.
"La sobrecarga de información se refiere a la noción de que estamos intentando internalizar más de lo que el cerebro puede manejar", dice el neurocientífico y psicólogo Daniel Levitin. "Solíamos creer que se le podía prestar atención de cinco a nueve cosas a la vez", agregó. "Ahora sabemos que no es cierto. Esa es una descabellada sobreestimación. La mente consciente puede ocuparse de aproximadamente tres cosas a la vez. Al tratar de hacer malabares con más de eso, resultarás perdiendo parte de tu capacidad intelectual", según CNN.
El “neoestrés” , consecuencia de la sobreinformación.
La sobrecarga de información también conduce a algo que se llama "fatiga de decisión". Es por eso que Albert Einstein casi siempre es representado con un traje gris, es por ello que Steve Jobs solía usar un cuello alto negro y es por eso que Mark Zuckerberg casi siempre luce su distintiva playera gris. Ellos no querían perder energía valiosa para tomar decisiones intracendentes sobre su ropa.
Los genios no se detienen en decisiones triviales.
A veces se deben tomar muchas pequeñas decisiones, como por ejemplo, ¿debo leer este correo electrónico ahora o más tarde? ¿Debería archivarlo? ¿Debería reenviarlo? ¿Debo recibir más información? ¿La coloco en un folder de spam?.
“Eso nos pone en un estado cerebral de fatiga de decisión. Resulta que las neuronas que se encargan de ayudarnos a tomar decisiones, son células vivas con metabolismo, necesitan glucosa para funcionar y no distinguen entre tomar decisiones importantes y no importantes”, explica Levitin.
La consecuencia del exceso es el estres producido por sumatoria de nimiedades, problema que nuestros antepasados ??cazadores-recolectores no tenían.
Actualmente, cuando las oficinas o interacciones sociales regulares crean ese estrés, no hay ningún lugar al que pueda ir. No lo combatimos. No solemos ahuyentarlo. Se acumula y crea estos efectos tóxicos en nuestros cuerpos, lo cual -entre otras cosas- hace que nos confundamos.
A más información, más dopamini?a, que provoca una conducta adaptativa a buscar nuevas experiencias y cosas nuevas: "¡Oh! Un nuevo grupo de árboles frutales". "¡Oh! Un nuevo pozo". Era importante reconocer estas cosas y esos primeros seres humanos de hecho tenían una mejor oportunidad de supervivencia.
Esto ocurre cada 60 segundos en la Web. Inabarcable.
Ese sistema podría ser interceptado por un montón de cosas llamativas y brillantes como el Internet, como el correo electrónico, como Twitter, Parra, Vine e Instagram. Cada información nueva que ingresa te da un pequeño chorrito de dopamina. Después de un tiempo, se necesita ese estímulo adicional.
Según el científico, no sabemos qué es irrelevante hasta que le prestas atención. Tomemos como ejemplo ir de compras. El supermercado promedio tenía 9.000 productos distintos hace apenas 25 años. Ese mismo supermercado hoy tiene 40.000 productos únicos. El estadounidense promedio satisface todas sus necesidades de compras con aproximadamente 150 artículos.
Esto significa que cuando estás tratando de llenar tu cesta de compras hay que ignorar 39.850 artículos solo para lograr hacer las compras. Para ignorarlos, debes prestarles atención. Debes decir "No. No me interesa el Honey Nut Cheerio's. Quiero el Multi Grain Cheerio's". Sin embargo, se le presta atención a ambos.
En el market se le prestan atención a miles de productos antes de elegir. Más estres.
Hay que ejercer un poco de autodisciplina y asignar nuestro tiempo. Hay dos modos de prestar atención. Uno es cuando se está trabajando o inmerso en un pasatiempo o una conversación, concentrado y enfocado. A eso se lo llama modo ejecutivo central. Al otro, red de soñar despierto. Eso ocurre cuando viendo por una ventana y no se está en control de tus pensamientos, se está vagando de un pensamiento a otro.
Después de un par de horas de estar concentrado, sentimos que nuestra atención empieza a quedarse atrás; así que, instintivamente tomamos una taza de café para poder continuar. Esa sensación de atención que empieza a rezagarse es la manera en la que el cerebro, orgánica y naturalmente, trata de presionar el botón de reinicio.