05 Septiembre de 2019 12:12
La novela Argentina, tierra de amor y venganza sigue sorprendiendo. Después de escalar en el rating con el lanzamiento de la segunda temporada de la tira, los guionistas debieron ajustar ciertas historias y adaptarlas, claro, al contexto social de la época. El brusco giro que dará uno de los personajes protagónicos y la pareja que jamás volverá a estar junta. A continuación, toda la información. Si no querés enterarte, es simple: no sigas leyendo.
“No es sólo una segunda temporada, porque tiene muchos cambios para los personajes. No es solamente que se encuentran en un lugar distinto, sino que se convirtieron en personas completamente distintas. Lucía (Delfina Chaves) no es la misma y ya se notó. Se ve desde el look, desde cómo contesta”, precisó la guionista Carolina Guirre en un mano a mano con Moskita muerta.
Raquel, víctima de violencia de género
La importancia de mantener un “arco verosímil” al guión hace que el “final feliz”, tan esperado por muchos de los seguidores de la tira, se haya convertido en una misión imposible. Entender la lógica de la época obliga a que muchas de las resoluciones que se esperarían en una ficción actual no se puedan dar nunca. Empezando, claro, con la imposibilidad de solicitar un divorcio, ley que recién se sancionó 47 años después.
El giro temporal modificó por completo el panorama amoroso de la tira. En efecto, Lucía (Chaves) se alejó completamente de Bruno (Albert Baró), convencida -gracias a la trampa de Torcuato Ferreyra (Benjamín Vicuña)- de que fue él quien intentó asesinar a su hermana, Lidia (Minerva Casero); quien permanece en coma. Durante esos dos años, la joven soñadora fue madre (el hijo es de Bruno) y se sumergió en un matrimonio sin amor, con reclamos y amenazas.
Ferreyra, por su parte, ya no la ama y volcó toda su libido a la política. Ahora es candidato a senador y mantiene un apasionado affaire con Marie, prima de Lucía y niñera de Pedro. Lo único que los ata -y a las vez los separa- es el pequeño de casi dos años, el hijo al que Torcuato cría como propio, pese a tener la certeza de que en realidad es el de su peor enemigo.
Similar es el cuadro de situación que viven Raquel (China Suárez) y Aldo (Gonzalo Heredia). Después de fracasar en su intento por encarcelar a todos los cafishios, la “Polaca” se instaló en Viedma junto al herido comisario, Salaberry. Se casaron y vivieron allí los dos años del salto temporal. Pero las promesas de amor del comisario se convirtieron en una tortura: Raquel ahora es víctima de violencia de género.
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¿Volverán a estar juntos Aldo y Raquel? La respuesta es no. “Es algo que depende mucho del carácter. Para algunos, ser infiel no tiene que ver con una cuestión de la idea de la monogamia de la época, sino con la idea de lealtad. Es difícil imaginársela a Raquel siendo infiel, porque es una mujer que cumple con los compromisos que asume. La historia que va a tener (ahora) es con el personaje de Luciano Cáceres. Hay violencia de género”, precisó la guionista.
“Es algo que Aldo lo viene diciendo desde un principio, pero que nadie le da bola porque creen que es celoso. Es muy raro un comisario que se poner a hacer de galán con una víctima de trata. A mí me parece todo muy chancho, pero es en general como arrancan las relaciones que involucran la violencia machista”, sumó.
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Muchos fans cuestionaron el vuelco del personaje de Suárez, aunque Aguirre explicó el desencadenante. “Me han dicho que por qué si ya le había pasado con Trauman (Fernán Mirás), que era imposible que se lo permitiera a Cáceres. Las mujeres no dejan que les pase, son víctimas de una situación. Nos parecía algo importante que teníamos que contar en el arco (narrativo) de ella”, detalló.
“Raquel es una chica polaca y judía, que vive en la Argentina de 1940. Era una realidad de la época: fajaban a casi todas las mujeres y ni se hablaba de eso. No existía. Las relaciones violentas no arrancan con una trompada. Comienzan con un hombre prometiéndole el mundo: las salvan, las aíslan. Cáceres se la lleva a Viedma. Después vienen el control, los celos, las humillaciones y los golpes”, describió.
Era una realidad de la época: fajaban a casi todas las mujeres y ni se hablaba de eso. No existía. Las relaciones violentas no arrancan con una trompada"
El personaje de Raquel ya les había presentado a los guionistas el desafío de la época. “Sería muy irresponsable de nuestra parte presentarla como una heroína que se libera sola. Ella lo repite todo el tiempo: 'Yo tuve un Aldo, una familia Moretti'. Si no los hubiera tenido, su destino hubiera sido el mismo que el de sus compañeras de Burdel. Raquel tiene otra historia, porque tenía gente detrás; una banda”.
Tras su liberación, en manos de Salaberry, Raquel enfrentó el abandono de Aldo, quien “regresó” a su matrimonio con Alicia tras el nacimiento de su hija, Milagros. “Los tipos como estos (por Salaberry), detectan a una mujer en un estado de vulnerabilidad, de desesperación; muy empequeñecida, con miedo y que necesita mucha protección. Sin una familia, para poder aislarla. Raquel, sin Aldo, se convirtió en una víctima ideal”.