por Rafael Saralegui
19 Febrero de 2018 13:57Desde hace unos días, en rigor, desde que volví de vacaciones, no hago más que escuchar comentarios sobre La Casa de Papel, la elogiada serie española que se puede ver en Netflix.
Vi varios capítulos de la primera temporada y debo decir que no me termina de enganchar. Con el paso de las horas, al recordar algunas características de la trama y la personalidad de los personajes, el estado inicial -de ni fu ni fa- dio paso a otra sensación más categórica: me parece un bodrio.
Consumo policiales desde mi más tierna infancia. Y ya como adulto escribí, escribo, sobre temas policiales y judiciales, dirijo además una página dedicada a esos temas, que si les interesa pueden consultar acá. No soy ladrón y mucho menos policía, pero entiendo algo de ese mundo. Sigo consumiendo, como lector y espectador, material sobre esas cuestiones, más allá de las obligaciones del oficio.
Hago esta aclaración, para que se sepa desde el lugar que opino. La trama, que no voy a comentar mucho para que no me tilden de spoileador, tiene enormes baches, que la hacen absolutamente inverosímil.
Un par de ejemplos. Es imposible que el líder de la banda conozca de casualidad, en una pausa para tomar un café, a la mujer policía que está a cargo de la negociación con los ladrones, que tomaron rehenes en la imprenta de los billetes del gobierno español.
Un detalle no menor: los ladrones ocupan La Casa de Papel y nunca más se sabe, por lo menos en los primeros capítulos, que pasa con los efectivos de seguridad privada y los policías que estaban en el lugar.
¡Y los ladrones! Sólo el que lidera la ocupación del edificio, es retorcido, perverso. Efectivamente, parece un delincuente. El resto son tan buenos, puros, empujados por buenos principios. En fin, demasiado para mí.
Un compañero, ante este comentario, exclama: "Pero es un serie". Justamente, el contrato en cualquier ficción es que busca hacernos creer que eso que está pasando en la pantalla o que estamos leyendo, pasa, o podría pasar. Y esta serie no me convence. Parece una mala película hecha en Los Angeles, aunque hablada en español madrileño.
Una de las últimas series policiales que de verdad me conmovió fue True Detective, estrenada en 2014. Todo lo que allí ocurría, podía ocurrir. Y los personajes eran convincentes, tipos que parecían reales.
Nada de esto puede decirse de los ladrones y policías que aparecen en La Casa de Papel. Casi todos ellos, se me parecen bastante a un papel pintado. Que eso es, ni más ni menos, un billete.