por Daniel Riera
08 Mayo de 2019 12:35La historia de la investigadora del Conicet que concurrió al programa ¿Quién quiere ser millonario? para financiar su trabajo y para visibilizar el desfinanciamiento que sufren la investigación científica en la Argentina y, felizmente, ganó 500 mil pesos, me recordó otro momento terrible del país y de la televisión. Fue en el año 2002. En diciembre de 2001 había caído (se nos había caído encima) Fernando de la Rúa. Cinco presidentes después, Eduardo Duhalde encabezaba la transición hacia las elecciones de 2003 en una Argentina devastada y devaluada. En ese contexto, la productora Endemol puso en Canal 13 un programa mitad concurso de preguntas de respuestas mitad Reality Show que se llamaba Recursos Humanos, conducido por el periodista Néstor Ibarra (fallecido luego en enero de 2005). La mecánica era sencilla, pero terrible: había un puesto de trabajo en juego, dos desocupados competían por él y el público elegía, a través del voto telefónico, quién conseguía trabajo y quién no. Entonces, hace ya 17 años, escribí esta nota, reflejo de una época que uno soñaba con no volver a vivir.
Hay un puesto de trabajo en juego y han quedado dos candidatos para la selección final. Cada uno de ellos contará su historia, hablará de sus dificultades económicas, presentará a su familia y revelará sus anhelos en una hora.
Hay un puesto de trabajo en juego, uno solo, y en la última parte del programa los televidentes decidirán a quién le toca ocuparlo y quién, en cambio, seguirá desempleado.No es una película futurista sobre la televisión: es un programa de verdad que se llama Recursos humanos y se difunde de lunes a viernes en Argentina, un país en el que, según los índices oficiales, 45% de la población activa está desocupada o subempleada.Cuando se nos ocurrió la idea, creímos que una vez que el programa estuviera en el aire las empresas iban a llamar en masa para ofrecer puestos de trabajo. De inmediato descubrimos que no era así, que el puesto de trabajo lo teníamos que generar nosotros. Nuestros productores recorren empresas para convencer a los dueños de que la publicidad que recibirán al aparecer en televisión va a generar una demanda que hará necesario el puesto que ofrezcan, explica Ángel Lapena, productor general del programa.Lapena dice que la idea original era encontrar puestos pintorescos, que vistieran al programa, pero la dura realidad los llevó a conformarse con lo que hubiera Argentina no da para elegir tanto: cualquier puesto de trabajo nos viene bien, dice.
El sueño de trabajar
Recursos humanos se transmite de lunes a viernes a las 17 horas por Canal 13, uno de los que disputa el liderazgo de audiencia de la televisión argentina. Tiene un promedio -razonable, aunque no descollante- de siete puntos de rating. Durante cada programa se anuncian las convocatorias para la preselección de aspirantes a cada puestoAl día siguiente, en el teatro del sindicato de Luz y Fuerza -sobre el escenario, pero sin cámaras- los candidatos son entrevistados en principio por los especialistas de una consultora laboral, que elige a los que considera más idóneos. Luego, un productor del programa entrevista a los preseleccionados y busca, entre ellos, a los dos que tengan la historia más interesante.La mañana en la que el reportero asistió a la convocatoria, se buscaba cubrir un puesto de portero de edificio. La gente que se presentó tenía entre 40 y 60 años de edad y, por ende, enormes dificultades para conseguir trabajo y mucha angustia. Algunos comentaron al reportero que Recursos humanos era una iniciativa loable, en tanto ayudaba a la gente a conseguir trabajo, y que saldrían por televisión con toda la alegría del mundo. Otros confesaron que les atemorizaba salir por televisión, pero que estaban dispuestos a soportarlo con tal de trabajar. Un candidato se arrepintió minutos antes de la entrevista con la consultora y regresó a su casa al grito de: Cámaras no, cámaras no.
Es posible que, si hay una historia personal normal y otra desgarradora, los televidentes elijan la más desgarradora. Tratamos de que, a la hora de editar, cada caso tenga un énfasis parecido, para no beneficiar a ninguno de los participantes, asegura Andrea Ciporkin, una de las periodistas que tiene a su cargo la selección final. Ciporkin invitó al reportero a observar la selección que efectuaba. Ella y Ana María Torres Castro se repartieron las entrevistas en diferentes mesas. Andrea les preguntaba sobre la composición de sus familias: si descubría que algún candidato tenía parientes en otra provincia, les preguntaba desde hacía cuánto tiempo que no los veían, acaso porque los reencuentros siempre son muy televisivos. Luego buscaba pasatiempos, pasiones, sueños que dieran color a las historias personales. Aquella mañana no tuvo suerte: la desesperación había teñido de gris la vida de toda esa gente Ninguno tenía espacio para otro sueño que no fuera trabajar. Cuando cada una de las periodistas concluyó con las entrevistas, se reunieron para analizar los resultados. Tengo un caso que está bueno -se alegró Torres Castro- : se vino desde Rosario (a 300 kilómetros de Buenos Aires, donde se realiza el programa), la mujer tuvo polio y él vende tarjetas de teléfono por la calle.
HASTA LAS LÁGRIMAS
El esquema básico del programa es siempre igual: los participantes son entrevistados en vivo por Néstor Ibarra, el conductor. Previamente los concursantes y su familia ya fueron entrevistados en sus casas. Ibarra describe brevemente las bondades de la empresa y el puesto de trabajo ofrecido. Sentados en una tribuna, los familiares y amigos de cada uno responden eventuales preguntas del conductor y los alientan o confortan al final, según hayan obtenido o no la victoria. Cuando miran los testimonios de los suyos, los protagonistas suelen emocionarse hasta las lágrimasEn cada corte, se anuncian los números telefónicos a los que habrá que llamar según el televidente prefiera a uno u otro. El que pierde obtiene como consuelo un plan de atención médica sin cargo alguno durante seis meses.Ambos reciben, también, regalos sorpresa, relacionados con las pasiones que confesaron. Si dijeron ser fanáticos de algún equipo de fútbol, habrá para ellos una platea gratuita. Si pretenden estudiar alguna carrera, puede que un instituto privado les conceda una beca. En el último tramo se anuncia al ganador: mientras éste recibe los abrazos de la familia y la resignada felicitación de su vencido, entra al escenario el representante de la empresa, con el contrato de trabajo correspondiente, que es firmado ante las cámaras.Algunos programas tienen final feliz: de tanto en tanto, una vez que el público eligió a su favorito, el empresario anuncia que ha decidido tomar a los dos. Cuando ofrecen un puesto a través de Recursos humanos, las empresas adquieren el compromiso de garantizar el trabajo por seis meses.Por lo general, es fácil adivinar quién obtendrá el favor del público. En un programa, por ejemplo, compitieron dos candidatos a un puesto de panadero. Uno de los dos tenía hijas veinteañeras; el otro, niñas con las que jugaba a los títeres antes de llevarlas a dormir. El que tenía las hijas más pequeñas ganó la votación.En otra ocasión, compitieron por un puesto de abastecedor de supermercado un joven que estaba a cargo de la crianza de sus tres pequeños hijos y otro que vivía con la madre, que dijo que la falta de trabajo lo hacía sentirse un inútil y que contó que su padre había sido asesinado en un asalto. La presencia de los niños en el estudio fue determinante para el triunfo del primero.
Por un puesto de cajero en el mismo supermercado se enfrentaron una joven que vivía con la madre contra un chico ilusionado por el embarazo de su novia, que prometió que si era necesario, trabajaría las 24 horas para que nada le faltara a su hijo. No hace falta aclarar quién ganó.
Néstor Ibarra descalifica a quienes cuestionan el sistema de elección del programa. Son unos necios: si la selección final estuviera a cargo de la empresa, el criterio sería utilitario. Elegirían al que tiene menos hijos, porque hay que pagarle menos salario familiar, al que vive más cerca, al que aparenta tener menos problemas. La audiencia, en cambio, entre dos personas igualmente idóneas, elige al que necesite más ese puesto de trabajo. ¿Cuál de los dos sistemas es más sabio?Sobre una población activa de poco menos de 13 millones de personas, según los últimos índices oficiales, existen en Argentina alrededor de 6 millones de personas sin trabajo o subempleados. [N de la R: los datos corresponden a 2002, cuando la nota se publicó] La cifra de desempleados incluye solamente a quienes buscan trabajo y no lo consiguen: no toma en cuenta a quienes perdieron toda esperanza y dejaron de buscarlo, a quienes mendigan por la calle o a quienes ya se fueron del país; tampoco al millón y medio de personas que perciben los 150 pesos mensuales (40 dólares) correspondientes al plan estatal de ayuda social para jefes y jefas de hogar, que cumplen con pequeñas tareas en los municipios donde viven.
La crítica situación de Argentina es, precisamente, el mayor argumento que esgrime Ángel Lapena en favor del programa que produce.
-En cuatro meses en el aire hemos generado 150 puestos de trabajo, muchos de los cuales no existirían si no fuera por el programa, sostiene Nosotros no jugamos con la desesperación de la gente: el tratamiento de los casos es sobrio, sin golpes bajos. Los que buscan trabajo por medio del programa no vienen a dar lástima: por el contrario, vienen a mostrar su dignidad, su esperanza, sus ganas.
Como se ha visto, la sola existencia del programa plantea dilemas éticos nada fáciles de resolver. Más allá de los dilemas, de algo no hay duda: si nos atenemos a la etimología del término reality show, pues entonces Recursos humanos -y no Gran Hermano u otro por el estilo- es el verdadero reality show del momento más triste de la historia argentina.