Javier Monzón es cálido y carismático, es dueño del refugio Santa Isabel en Chapadmalal; un lugar interesantísimo que propone una desconexión sideral para, paradójicamente, conectar con lo importante: lo personal. Mientras él cuenta la historia de este mágico lugar, su compañera Rocío Brítez -también creadora del refugio- se dedica a hornear budines y tortitas con frutos rojos de la huerta propia que cuidan allí.
El refugio Santa Isabel tiene de todo: plantaciones de árboles, comodidad, mucho verde, la proximidad al mar, huerta propia y, la joyita del lugar son tres mini casas (tiny houses) en medio del predio; todos y cada uno de los detalles están pensados y ejecutados por Javier y Rocío. Es esto lo que llamó la atención a más de 600 personas que se hospedaron allí desde que nació.
La particularidad del sitio reside también en las espectaculares dimensiones de las casas: la más pequeña tiene sólo 11 metros cuadrados, lo que convierte la experiencia del hospedaje en una inédita y desafiante al despojarse el visitante de toda la parafernalia y la vorágine a la que el mundo somete a todos y a todas las argentinas.
"Nos encanta recibir gente, somos muy buenos anfitriones", cuenta Javier que es el compañero de vida de Rocío. Ambos decidieron tomar las riendas de su vida y cambiarla rotundamente: de vivir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a mudarse cerquita del mar y generar un bien social que a veces parece un lujo... la reflexión individual, el crecimiento personal y la conexión con la naturaleza.
El refugio Santa Isabel en Chapadmalal invita a descansar pero también a experimentar qué se siente vivir por algunos días en un lugar muy pequeño pero gigante en cuanto a amor, paz y tranquilidad. Para saber más sobre este lugar, ingresá a sus redes sociales.
El refugio Santa Isabel, en profundidad
BigBang accedió a la palabra de Javier que contó más sobre el refugio con las casas más pequeñas de toda Argentina. Aquí, la entrevista completa.
¿Con lo que te encontrás cuando llegás al refugio Santa Isabel?
-A nosotros (Rocío y Javier) es el éxito de esto; el amor que nosotros le pusimos a esto y el amor que le damos a la gente que viene. Somos muy entregados a todo lo que hacemos. Es un proyecto que tiene varios años y es algo novedoso.
¿Cómo empezaron a crear el refugio con tiny houses?
-Es algo personal mío. Algo que tenía la cabeza dando vueltas hace como 25 años cuando empecé a ver las primeras mini casas, que se hacían en Estados Unidos. Soy de escuela técnica y estudié unos años arquitectura. Hice arquitectura comercial y me gusta materializar cosas; las cosas que veo trato de materializarlas, me gusta crear cosas que generen un impacto.
Era un deseo de toda la vida. Pensé algunas vez en hacer un complejo casi como un sueño, ese delirio siempre estuvo en mi cabeza dando vueltas. De más adulto, como a los 35 años, dije: 'Yo quiero eso para mi vida, quiero terminar mi vida de esta forma'.
También depende de la persona que tengas al lado, que te acompañe en este delirio y, cuando empecé a estar con Rocío compartimos ciertas cosas, logré transmitírselo, lo entendió y eso fue como el decir: 'Bueno, listo, vamos, vamos con todo'.
¿Con qué sensaciones te conectás cuando llegás? ¿Cómo es el predio donde están las mini casas?
-Tenemos dos mil metros cuadrados de terreno. Ahí plantamos nosotros porque esto era un terreno totalmente pelado, no había nada, todo pasto seco. Acá te encontrás con un ecosistema que generamos: lo llenamos de árboles, plantas. Por eso vienen los pájaros, las abejas, las mariposas y logramos un búnker donde tenés en el que podés sentir mucho placer.
Es un lugar placentero, reflexivo donde vienen personas solas a solucionar sus problemas, esos conflictos personales que uno tiene internos. Pero también vienen parejas -porque este lugar es para para dos personas nada más- a conectar, a hacer su vida de pareja, a estar solos, a tener su intimidad.
Todos conectan con el mar que está a 150 metros de acá. A la noche, escuchás el mar cuando choca las olas en los acantilados... es algo mágico.
La pregunta del millón: ¿son cómodas las mini casas?
- Sí, se puede vivir muy bien en una mini casa. te puedo asegurar que todas las instalaciones las tres tiny houses que tenemos son súper confortables, súper funcionales y podés vivir cómodamente.
Vivís con mucho menos, menos espacio, menos consumo, no gastas nada de dinero, ahorras energía y tu vida se simplifica; nuestra vida la abocamos a disfrutar de la naturaleza, de la huerta, a planificar esas cosas que en la ciudad no lo pensabas.
Te desconectás de las noticias, de la inseguridad, del consumismo. En la ciudad la vorágine no te deja el espacio ni siquiera para parar y reflexionar sobre tu propia vida o sobre la creatividad de los deseos que uno tiene.
Te propongo un desafío: decime tres razones por las que hay que ir a visitar el refugio
-Primero por la zona en la que estamos, tenemos el mar a 150 metros y es una de las mejores zonas de Mar del Plata. Segundo para que vivas la experiencia de hospedarte una tiny house que te puedo asegurar que es única.
La tercera razón tenés que venir porque acá te vas a cambiar una la forma de pensar. A mucha gente que vino detonada, nosotros los aconsejamos sobre cómo podés hacer esto; es muy simple, tenés que ponerle garra nada más.
Contame más sobre Chapadmalal
-Hay una oferta gastronómica muy grande, muchos emprendedores así como nosotros que después de la pandemia se mudaron para acá. Chapadmalal es uno de esos pueblos playeros muy tranquilos, tiene esa cosa de campo pero también los acantilados, tiene una vista muy linda.
Javier asegura que visitar el refugio Santa Isabel en Chapadmalal "es una experiencia integral" y asegura: "No solamente es un hospedaje. Es un lugar que te hace bien". Ahora, junto a Rocío, son dos personas que actúan como referentes de construcción de tiny houses por lo novedoso y tierno que es vivir -al menos por unos días- en un espacio mágico de sólo 11 metros cuadrados.