por Alejo Paredes
13 Agosto de 2024 14:42Se podría decir que Paola Cleri lleva una vida de película gracias al elogiable compromiso con el cambio social y humanitario que lleva adelante desde muy temprana edad. Durante sus aventuras, puede afirmar haber sobrevivido a un ataque en Afganistán mientras trabajaba para las Naciones Unidas, donde seis de sus compañeros fallecieron. Paola pudo escapar y refugiarse en la casa de unos vecinos gracias a que tres residentes contuvieron el ataque, permitiendo que otros pudieran escapar de la zona. A pesar de esta traumática experiencia, nunca pensó en renunciar a sus ideales y no dudó en continuar con su trabajo de transformación social y humanitaria.
Esta joven argentina creció en una familia donde el compromiso social era fundamental. Su abuelo materno, médico rural, atendía a todos sin importarle si sus pacientes tenían los medios para abonar sus servicios o no, mientras que su abuelo paterno, empresario PyME, trataba a sus empleados como familia. Su madre, con un profundo sentido de empatía y escucha, y su hermano menor, quien dejó su empresa para trabajar en la gestión pública, también influyeron en la vida de Paola que, a los 17 años ya estaba involucrada en causas sociales. Comenzó junto a un amigo a ayudar a jóvenes que trabajaban abriendo las puertas de taxis en el Alto Palermo.
Allí, organizaban meriendas y les enseñaban a leer y escribir. Esta experiencia marcó su primer contacto con la gestión y la responsabilidad social. Su compromiso social la llevó a estudiar Ciencias Políticas en la UBA y a trabajar en diversos proyectos internacionales. Durante un viaje por Latinoamérica a sus 19 años, ayudó en el nacimiento de un bebé en un colectivo entre Bolivia y Perú, una experiencia que la motivó a estudiar Ciencias Políticas para poder cambiar las condiciones de vida a través de la política.
A lo largo de su carrera, Paola trabajó en lugares como Sierra Leona y Afganistán, siempre buscando mejorar la vida de las personas a través de su labor en misiones de paz y proyectos de cooperación internacional. En Sierra Leona, ayudó en las elecciones posteriores a la guerra, donde trabajó en el registro de votantes y la educación cívica, siendo testigo de la esperanza de la gente por un cambio pacífico. "Mi viejo ha sido una gran influencia en mi vida. Es un soñador y luchador empedernido", advirtió.
En diálogo con BigBang, Cleri destacó que si bien tiene "una vida bastante intensa y llena de experiencias únicas", no se arrepiente haberse dedicado al desarrollo y la inclusión. "No me imagino mi vida de otra manera. Cada experiencia, aunque algunas han sido durísimas, me ha enseñado mucho y me ha permitido hacer algo positivo y útil. Incluso los momentos de terror, como el atentado en Afganistán, me han reafirmado que vale la pena poner el cuerpo por un mundo mejor", destacó.
En Afganistán, aunque enfrentó muchas limitaciones y peligros, Paola destacó la generosidad del pueblo afgano, prefiriendo recordar los aspectos positivos del país en lugar del ataque que sufrió. "Lo único que lamento un poco es no poder estar siempre cerca de mi familia y amigos en Argentina. Los viajes constantes y las misiones largas me han alejado bastante de ellos. Pero ver el impacto positivo en las comunidades con las que he trabajado me hace sentir que todo el esfuerzo vale la pena. La lucha por un mundo más justo y sostenible es algo que llevo muy adentro, y cada pequeño logro me da fuerzas para seguir adelante", profundizó.
Tras regresar a Argentina, formó una familia con un camerunés a quien conoció durante sus misiones humanitarias y tuvo dos hijas afro-argentinas. Además, continuó su trabajo en proyectos internacionales, siempre manteniendo un fuerte vínculo con su país de origen. Paola valora profundamente la calidad de vida social en Argentina y el sentido de comunidad que se vive, siente y transmite en el país. A pesar de los desafíos económicos, cree que el compromiso social y las relaciones interpersonales son fundamentales para el crecimiento y desarrollo.
Su experiencia de vida le ha enseñado la importancia de la perseverancia y la creatividad para superar obstáculos, y considera un privilegio poder influir positivamente en la vida de las personas, independientemente de la magnitud de su contribución. "Es vital entender que tanto las cuestiones de género como los problemas ambientales son temas que deberían estar mucho más presentes en la agenda política. Lamentablemente, parece que hoy están quedando de lado. En cuestión de género, Argentina ha avanzado mucho en los últimos años, como la ley de Paridad de Género y la legalización del aborto, pero todavía hay mucho por hacer", afirmó.
-¿Cómo y cuándo surge en vos este compromiso social? ¿Viene de familia o fue fogueado por alguna acción o vivencia durante tu niñez?
- Mi compromiso social surge de una combinación de influencias familiares y experiencias personales significativas. Desde pequeña, crecí en un entorno donde ayudar a los demás era una parte natural de la vida. Pasaba los veranos en la casa de mi abuelo en Villa Dolores, Córdoba. Él era médico rural y siempre atendía a todos, sin importar si podían pagar. Recuerdo que la gente venía a casa, se tomaba unos mates y nos contaba sus historias mientras buscaban algún remedio.
Este ejemplo de dedicación y empatía marcó profundamente mi visión del mundo. También tuve el ejemplo de mi abuelo paterno, un empresario PyME de San Francisco Córdoba. Su empresa de bicicletas y motonetas Cleri, trataba a sus empleados como familia. Mi viejo ha sido una gran influencia en mi vida. Es un soñador y luchador empedernido que dedicó su vida a pelear por la inclusión social. Desde que tengo memoria, lo he visto trabajar incansablemente para mejorar las condiciones de vida de otros. Hoy en día, trabaja con cooperativas y empresas de la economía social, asesorándolas para que sean más competitivas.
Su ejemplo de dedicación y compromiso con la justicia social ha sido una inspiración constante para mí. Gracias a él, aprendí la importancia de no solo soñar con un mundo mejor, sino también de trabajar duro para hacerlo realidad. Mi madre me enseñó el verdadero significado de la empatía y la escucha. Ella fue un pilar, ejemplo y compañera, que me apoyó en cada locura y aventura...Una experiencia que consolidó mi compromiso social ocurrió cuando tenía 17 años.
Junto a unos amigos, decidimos ayudar a los chicos que abrían las puertas a los taxis en Alto Palermo, muchos de los cuales eran casi niños. Comenzamos llevándoles la merienda y enseñándoles a leer y escribir. Fue una responsabilidad enorme, si no íbamos, los chicos se quedaban sin comedor. Pero también una lección poderosa sobre cómo cada acción puede transformar vidas. Otro momento clave fue a los 19 años, cuando durante un viaje por Latinoamérica ayudé en un parto improvisado en un colectivo entre la frontera de Bolivia y Perú. Esta experiencia me hizo reflexionar sobre las desigualdades y me motivó a estudiar Ciencias Políticas, convencida de que a través de la política se pueden cambiar las cosas.
- Tenés una vida de película. No sólo repleta de amor y compromiso social, sino de aventura, con rasgos de acción, romance e incluso, de terror. ¿Hay algo de lo que te arrepientas de haberte dedicado de lleno a esta búsqueda por la sostenibilidad y la igualdad?
- ¡Gracias por decir eso! La verdad, he tenido una vida bastante intensa y llena de experiencias únicas. No me arrepiento de haberme dedicado al desarrollo y la inclusión, además, no me imagino mi vida de otra manera. Cada experiencia, aunque algunas han sido durísimas, me ha enseñado mucho y me ha permitido hacer algo positivo y útil. Incluso los momentos de terror, como el atentado en Afganistán, me han reafirmado que vale la pena poner el cuerpo por un mundo mejor.
Lo único que lamento un poco es no poder estar siempre cerca de mi familia y amigos en Argentina. Los viajes constantes y las misiones largas me han alejado bastante de ellos. Pero ver el impacto positivo en las comunidades con las que he trabajado me hace sentir que todo el esfuerzo vale la pena. La lucha por un mundo más justo y sostenible es algo que llevo muy adentro, y cada pequeño logro me da fuerzas para seguir adelante.
-Tu experiencia abarca la financiación sostenible, con un enfoque en el cambio climático y la inclusión de género, temas que hoy quedaron evidentemente de lado en la política argentina. ¿Cuál es la importancia de enfocarse y tener políticas vinculadas a cuestiones de género y problemas ambientales?
- Es vital entender que tanto las cuestiones de género como los problemas ambientales son temas que deberían estar mucho más presentes en la agenda política. Lamentablemente, parece que hoy están quedando de lado. En cuestión de género, Argentina ha avanzado mucho en los últimos años, como la Ley de Paridad de Género y la legalización del aborto, pero todavía hay mucho por hacer en términos de igualdad de oportunidades, violencia de género y representación real en todos los niveles de la sociedad. Si continuamos dejando estos temas en un segundo plano, estamos perdiendo la oportunidad de construir una sociedad más inclusiva y justa.
Las mujeres y las minorías de género tenemos un rol crucial en el desarrollo del país, y nuestras voces y necesidades deben ser representadas y atendidas. Invertir en inclusión y equidad no solo es una cuestión de justicia social, sino también una estrategia económica inteligente. Estudios han demostrado que cuando las mujeres participan plenamente en la economía, se incrementa la productividad y el crecimiento económico. Además, una mayor diversidad en la fuerza laboral impulsa la innovación y la creatividad, lo que puede traducirse en mayores beneficios para todas las empresas y para la economía nacional en general.
Por otro lado, respecto a los problemas ambientales, Argentina es un país con una biodiversidad impresionante y recursos naturales que necesitan ser protegidos y gestionados de manera sostenible. Hace un par de años, en una reunión con el Banco Mundial en Washington negociando un nuevo préstamo sostenible para el BICE, nos dijeron con total claridad que en el nuevo contexto económico mundial Argentina es hoy un "bien público global", porque tenemos recursos que necesita y demanda el mundo y la capacidad humana y tecnológica para desarrollarlos. No debemos ser inquilinos, sino actores en nuestro país.
El cambio climático ya nos está afectando, desde sequías hasta inundaciones que impactan la producción agrícola. Sin políticas serias y comprometidas con el medio ambiente, no solo estamos poniendo en riesgo nuestro entorno natural, sino también la salud y el bienestar de nuestras comunidades y la estabilidad económica del país.
Integrar políticas de género y ambientales en la estrategia nacional tampoco es solo una cuestión de responsabilidad social o moral, es una decisión económica inteligente. Una base sólida en estos temas nos puede traer mayor estabilidad, crecimiento sostenible y un mejor posicionamiento en la comunidad internacional.
-Desde muy chica ya comenzaste este camino de elogiable lucha que te llevó a recorrer el mundo y a vivir experiencias que para muchos serían insólitas. ¿Cuál es la anécdota que más te marcó?
- ¡Un montón de anécdotas! (risas), siempre me meto en quilombos... Te cuento un par que me marcaron y que me dejaron aprendizajes importantes. Una vez crucé el Amazonas sola, y esa experiencia me dio muchísima confianza para resolver dificultades. En ese viaje hice muchos amigos y conocí a gente increíble. Recuerdo que estábamos en un barco entre Manaos y Belén, y el barco atracó en un puerto para subir provisiones. Me bajé a desayunar con un amigo que conocí en el viaje, un vasco muy buena gente. Él pagó el desayuno, y me enojé. Yo soy muy autosuficiente y me cuesta que me ayuden.
Pero él me dijo algo que nunca olvidaré: "Estás siendo muy egoísta, porque yo quería pagarte y me siento bien invitándote. Agasajar a otro hace bien". La verdad, no recuerdo ni su nombre, y nunca lo volví a ver, pero me hizo entender que todos vivimos en un mundo interconectado. Está bien depender unos de otros y aceptar la amabilidad de los demás, nos hace bien dar y recibir.
En Sierra Leona un colega me invitó a su boda. Se casó con una chica católica y él es musulmán. Allí no valen las religiones, y fue hermoso ver que esas diferencias no contaban en su amor. Ver cómo dos personas de diferentes creencias podían unirse con tanta felicidad me enseñó que el respeto y el amor pueden superar cualquier barrera. Lo que si, la próxima tengo que aprender a mover mis caderas como Shakira, porque siempre que me veían, como es la única música de latinoamérica que llega, la ponían para que demostrara mis pasos de baile (que son nulos).
En Tucumán, subí a un pueblo bien arriba en la montaña. Una chica me contó que todo el pueblo se conectó a través de la escuela cuando llegó el programa Conectar Igualdad. Fue impresionante ver cómo la llegada de la tecnología podía transformar una comunidad, proporcionando acceso a educación y comunicación que antes eran casi imposibles. La importancia del Estado en estos lugares es indispensable. Hay que luchar porque este presente y siga vigente.
Atendiste un parto en un colectivo a los 19 años en Bolivia, cruzaste el Amazonas a los 20, sobreviviste un atentado terrorista en Afganistán y un huracán nivel 5 en Haití, entre otras vivencias únicas. ¿Qué me podés contar de todas estas vivencias, donde la adrenalina juega un papel fundamental?
- Uno de los momentos más intensos fue sobrevivir a un atentado terrorista en Afganistán mientras trabajaba con las Naciones Unidas. Estábamos durmiendo en un hotel cuando, a las 5 de la mañana, nos despertó el estruendo de una bomba y una ráfaga de metralla. Abrí la puerta de mi habitación y un joven americano, que era el jefe de los guardaespaldas del representante de la ONU, me gritó: "¡Cierra la maldita puerta!". Esa orden me hizo comprender inmediatamente la gravedad de la situación.
La valentía de ese joven, quien resistió durante 10 minutos el avance de los terroristas, nos permitió escapar por un patio trasero, saltando paredes hasta que llegamos a la casa de unos vecinos que nos escondieron. Éramos aproximadamente quince personas, y empezamos a darnos cuenta de que faltaban algunos compañeros. Decidimos llamarlos por teléfono y logramos salvar a varios, como mi amiga Josy de Zimbabue, quien escapó entre el humo y los disparos.
Lamentablemente, algunos no lo consiguieron y murieron en el enfrentamiento. Ese fue, sin duda, el momento más peligroso de mi vida, y me mostró las duras realidades de trabajar en misiones en lugares de conflicto como Afganistán. En Haití, enfrenté un huracán de nivel 5. Trabajar allí fue extremadamente desafiante debido a la pobreza y la complejidad del contexto a pesar de los esfuerzos internacionales. Aun así, me encantó Jacmel, la ciudad donde estuve. La gente haitiana es increíblemente amable y tengo muchos amigos que conocí allí. Son personas muy capaces, pero las circunstancias tan adversas a veces hacen difícil salir de la pobreza.
Hay que valorar mucho en estos momentos la ayuda mutua y la fuerza y resiliencia de todos nosotros. He aprendido que no importa cuán difícil sea la situación, siempre hay alguien dispuesto a ayudar. Además, he visto que la valentía y la solidaridad pueden emerger en los momentos más oscuros, y esas son las cualidades que verdaderamente nos sostienen y nos permiten avanzar.
-Me quiero quedar con lo que viviste en Afganistán. ¿Cómo pudiste reaccionar así, tolerar el horror lógico que se siente en ese momento y cómo recordar aquello que seguramente marcó a fuego tu vida?
- Reaccionar en ese momento fue puro instinto y adrenalina. No hubo tiempo para pensar, solo para actuar y salvar nuestras vidas. El miedo y la urgencia eran enormes, pero la necesidad de moverse rápido era mayor. Recordar esos momentos siempre me resulta doloroso y me dejó una marca profunda. La pérdida de mis compañeros es un constante recordatorio de lo frágil que es la vida y de lo crucial que es la valentía y la solidaridad en esos momentos.
Creo que incluso en los peores momentos, podemos encontrar una fuerza que no sabíamos que teníamos. Y lo vemos en todos lados, en la vecina que saca la olla a la calle para dar de comer a quienes necesitan, los y las docentes que se dedican e inspiran a sus alumnos, y los y las médicos y enfermeros que atienden en comunidades vulnerables, quienes participan en movimientos sociales luchando por los derechos humanos, la igualdad de género, la justicia ambiental, y la inclusión de las comunidades marginadas...
-Para aquellos que no sabemos cómo se vive fuera de la Argentina, sobre todo en esos países donde la pobreza extrema es una norma fija y una triste realidad, qué nos podés contar. ¿Cómo graficarías esos escenarios y cómo crees que el Mundo debería reaccionar para intentar torcer esta situación?
- Vivir en lugares donde la pobreza extrema es la norma, te cambia la perspectiva totalmente. Estos lugares a menudo tienen condiciones de vida que son difíciles de imaginar si nunca las has experimentado de primera mano. Por ejemplo, en Haití, la pobreza es palpable en cada rincón. Las casas están construidas con material precario, muchas personas no tienen acceso a agua potable y la electricidad es intermitente, si es que tienen. La gente lucha cada día por lo básico. Pero, a pesar de todo, te encontrás con personas increíblemente resilientes y hospitalarias. La comunidad trata de apoyarse mutuamente de la mejor manera posible, aunque los recursos sean escasos.
Afganistán es otra historia. Además de la pobreza, hay un constante ambiente de inseguridad debido a los conflictos. Las infraestructuras están devastadas y muchas personas viven con el miedo de perder a sus seres queridos en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de las dificultades, la gente sigue adelante, tratando de mantener su dignidad y esperanza.
Creo que necesitamos ser más proactivos y que la ayuda sea más coordinada para tratar de dar respuesta a estas situaciones. Invertir en educación y salud es fundamental. Más escuelas y hospitales pueden marcar una diferencia enorme. No se trata solo de enviar ayuda temporal, sino de crear programas que ayuden a estas comunidades a ser autosuficientes. Creo firmemente en la presencia del Estado allí donde no se pueden garantizar las condiciones básicas de subsistencia.
También es crucial luchar contra la corrupción y promover la estabilidad política, ya que estos son grandes obstáculos en muchos de estos países. La colaboración internacional es esencial. Los países desarrollados deben trabajar juntos no solo para enviar ayuda, sino para encontrar soluciones a largo plazo, escuchando a las comunidades afectadas y diseñando programas que realmente les sirvan. No se trata de traer soluciones pre-armadas que no se adaptan a las realidades locales. Finalmente, es súper importante que más gente en todo el mundo se entere de estas realidades.
Cuanta más conciencia haya, más presión se ejercerá sobre los gobiernos y las organizaciones para que actúen de manera efectiva. Es un desafío grande, pero es responsabilidad de todos trabajar hacia un futuro más justo y humano. Nadie debería vivir en condiciones de extrema pobreza. Pero esto también es válido en Argentina, Aquí mismo, a tan solo 15 minutos de la capital, también ves estas realidades.
No es viable dejar al 50% de la población fuera del sistema. La exclusión de una gran parte de la sociedad no solo es una injusticia social, sino que también representa una pérdida significativa de potencial económico y humano. Hoy en Argentina una gran proporción de la población no tiene acceso a oportunidades educativas, servicios de salud, empleo digno y recursos básicos, se afecta el desarrollo de toda la comunidad. Esto crea un ciclo vicioso de pobreza que perpetúa la desigualdad y limita el crecimiento económico. Además, la falta de inclusión social y económica genera tensiones, conflictos y un aumento de la violencia.
Para construir un futuro sostenible, se necesita un enfoque integral que integre a todas las personas en el sistema, garantizando que todos tengan las herramientas y oportunidades necesarias para prosperar. Invertir en inclusión no es solo una cuestión ética, sino también una estrategia inteligente para impulsar el desarrollo y el bienestar general de la Argentina.
-A través de la política, ¿uno puede cambiar las cosas o los políticos siempre van a tener este estigma, real o no, de la corrupción sobre sus hombros?
- A través de la política, definitivamente se pueden cambiar las cosas, pero es verdad que hay un estigma muy arraigado en torno a la corrupción que afecta la percepción de los políticos. Muchas personas piensan que todos los políticos son corruptos, y en algunos lugares, lamentablemente, esto puede ser justificado por casos concretos que han salido a la luz. Sin embargo, no se puede generalizar, ya que hay muchas personas comprometidas que trabajan por el bienestar de la comunidad y buscan implementar cambios positivos.
Podemos hablar del desafío que representa construir un sistema político más transparente y responsable, pero la realidad es que para que esto suceda, es imprescindible que todos y todas los y las ciudadanas se involucren activamente en el proceso político. No se trata solo de contribuir con opiniones a través de cuentas de Twitter o TikTok; la participación política va más allá de las redes sociales. Implica un compromiso más profundo y tangible en la realidad de nuestras comunidades.
Es crucial que todos y todas nos involucremos en los espacios políticos, ya sea en un club de barrio, en asambleas vecinales, en sindicatos o en movimientos sociales. Estos son los lugares donde se gestan las decisiones que afectan nuestras vidas, y es aquí donde la voz de cada persona puede sumar y hacer la diferencia. Necesitamos que todos y todas, especialmente los jóvenes, regresemos a la política y participemos en el proceso de renovación que tanto necesita nuestro sistema. Es fundamental que las nuevas generaciones se sumerjan en la política desde sus propias realidades y comiencen a empujar por cambios que reflejen sus valores.
-Contame un poco del Club Villas Unidas, esta asociación creada por César Luis Menotti, el Profe Signorini y Lalo Maradona. ¿Cómo es este seleccionado de las villas argentinas y la búsqueda de sponsors para impulsarlo?
- El Club Villas Unidas es una iniciativa muy inspiradora, que me sumé como voluntaria desde sus inicios. Surgió de la Escuela Oficial de Entrenadores César Luis Menotti. Esta asociación fue creada por figuras reconocidas como el mismo Menotti y el Profe Signorini, y tiene como objetivo brindar un espacio de encuentro y desarrollo integral a los chicos y chicas de barrios populares en Argentina. La idea nació al reunir a varias organizaciones sociales que trabajan en esos barrios, con la intención de elaborar un proyecto que vaya más allá del deporte y que impacte positivamente en la vida de los y las jóvenes.
Villas Unidas no solo se centra en el fútbol, sino que también se ha expandido para incluir clubes de barrio que ya son bastiones de formación y contención para niños, niñas y adolescentes. A través del deporte, se busca que los pibes y las pibas adquieran autoconfianza, templanza y un espíritu de colaboración, valores que son fundamentales para desenvolverse en el deporte y en la vida. El club resalta la importancia de estos clubes barriales como un tercer ámbito de formación después de la familia y la escuela, siendo espacios clave para la convivencia y el desarrollo personal.
Sin embargo, uno de los desafíos importantes que enfrentamos es la búsqueda de sponsors para impulsar este proyecto. La financiación es crucial para poder seguir brindando oportunidades y recursos a estas comunidades. Los sponsors no solo nos apoyarían económicamente, sino que también se convertirían en aliados estratégicos en la promoción de un cambio social positivo a través del deporte. Creemos que, al unir fuerzas con empresas comprometidas, podemos expandir el alcance de Villas Unidas y ofrecer aún más a los jóvenes de nuestras comunidades. Si quieren auspiciar un programa o ser sponsors en nuestra camiseta pueden escribirnos a: [email protected]